“Mad Max”, la distopía no está tan lejos
Tiempos distópicos los que vivimos ¿no? Quién podía imaginar hace unos meses que íbamos a vivir lo que estamos viviendo y seguimos haciendo, ya que esto no ha acabado. De pequeños consumimos con avidez películas en las que se nos mostraba un futuro apocalíptico, lleno de horrores y de miseria. Seamos sinceros, los que menos creemos en la propia humanidad somos nosotros mismos.
A comienzo de los ochenta, sobre todo las historias se centraban en el fin del mundo producido por una gran explosión nuclear. Normal, la guerra fría había creado en la gente el imaginario perfecto para crear historias como churros sobre ese tema.
La nueva normalidad que surgía del apocalipsis, casi siempre era de tintes funestos. El hombre no cambia, incluso va a peor. Su egoísmo, egocentrismo y codicia se acentuaba de manera exacerbada en situaciones en donde escasea lo básico, y lo poco que hay se debe compartir.
Un ejemplo claro de lo que estamos comentado es el film “Mad Max (Salvajes de la autopista)”, dirigida en 1979 por George Miller y protagonizada por un desconocido Mel Gibson. El film abrió una trilogía, y puso sobre el tapete las road-movies post apocalípticas con antihéroe sin nada que perder.
De eso era de lo que se trataba la historia, un policía, al que unos desalmados le quitan lo que más quiere: su familia. Después de esa tragedia, nuestro protagonista ya solo le queda guiarse por la venganza y esperar saciar su odio y tristeza ajusticiando a esos locos desalmados.
La base del guión no era nada del otro mundo, pero la manera de reflejar la violencia de Miller, tan cruda, sin cortapisas, y con un presupuesto relativamente bajo, dotó al film de un aire de forajido que atraía a la primera, con solo echar un vistazo a los primeros fotogramas.
Un film que más que de ciencia ficción, se devanea sin problemas en un thriller de acción, con un actor protagonista hierático, hosco, sin grandes registros, pero que representa a las mil maravillas lo que andaba buscando Miller: un don nadie, capaz de hacer lo que muchas veces hemos fabulado hacer nosotros, ajusticiar.
Miller consigue rodar de manera más que solvente las carreras alocadas de coches comandados por asesinos y hacerte sentir que eras parte de aquello. Ese es también uno de los puntos fuertes del film, la velocidad exactamente medida para conseguir atrapar al espectador.
Un film que levantó en su época polémica por su violencia explícita, y que visionándola ahora se le notan las costuras, pero sigue guardando ese aroma a juguete viejo al que todavía te gusta darle cuerda.
Un apocalipsis como otro cualquiera, una distopía futura, que en los tiempos que corren nos parece más cercana que antes.