“Sinners”, blues, vampiros y sangre en el corazón de la tierra de la esclavitud
Pues estamos ante una de las sorpresas del año. Sin duda Sinners ha supuesto un soplo de aire freso a un género tan estancado a veces como el de terror. Ver cómo la industria cinematográfica nos puede aportar algo nuevo ante tantas secuelas, precuelas o te la cuelan por donde pueden… es algo de agradecer infinitamente.
El director Ryan Coogler nos lleva en un torbellino de emociones hacia una historia ambientada en el Mississippi de la década de los años 30 en EEUU. Aquí en un alarde de dirección intensa nos sumerge en un relato con una drama sureño como base y aderezado con el mejor terror sobrenatural. El cine de autor también aparece dando ese toque pulp que tiene la cinta llena de crítica social. Todo recubierto de una banda sonora genial haciendo que el pastel sea de lo más apetecible.
Si nos centramos en la historia vemos como se erige como gran protagonista del film Michael B. Jordan que se encarga de hacer un doble papel, encarnando los personajes Smoke y Stack Moore, dos hermanos gemelos que regresan a su pueblo natal Clarksdale, para empezar una nueva vida y así olvidar sus fechorías cometidas en Chicago. Estos papeles siempre entrañan una gran dificultad, hacer creíbles dos personajes interpretados a la vez por un mismo actor no es plato de buen gusto a veces, pero en Sinners la experiencia ha sido más que satisfactoria.
La trama nos coloca en el intento de los hermanos Moore para crear un juke joint y hacer renacer esa zona tan paupérrima del país, pero se encuentran que el sur profundo sigue teniendo las mismas lacras que abandonaron hace años y que siguen ahí para martirio de la comunidad afroamericana. Lo sobrenatural no tarda en emerger e impregnar la película de un ambiente insano y terrorífico.
Debemos destacar la gran ambientación que tiene el film que plasma de una manera fehaciente la historia del sur de Estados Unidos, con el blues y las historias sobrenaturales que allí se hacían paso en el folklore local. El mundo vampírico que se refleja en el film nos muestra no a simples monstruos si no a metáforas claras del colonialismo, supremacismo blanco y la explotación de esclavos que tanto ha marcado a una
nación como EEUU. Remmick el vampiro principal encarna esa fusión entre racismo, incultura, abuso y Ku Klux Klan. Todo un crisol de emociones llevadas
al extremo para comprender mejor la época en la que se desarrollan dichos acontecimientos.
No debemos dejar pasar por alto las referencias a cultos como el Hoodoo, una tradición sincrética de corte espiritual afroamericana que se muestra como forma de resistencia y protección ante el poder blanco. La sabiduría ancestral como ancla para poder contra los vaivenes de una vida peligrosa y sin futuro.
Vayamos al plano musical de la película que es muy importante. Por un lado la banda sonora llevada a cabo por Ludwig Göransson que marca perfectamente las imágenes que estás viendo en pantalla fundiéndose como un personaje más de la trama. Todo lo que se desarrolla en el juke point es una maravilla a nivel musical. Podemos ver cómo el blues es el puente de unión entre los vivos y los muertos en la que destacamos la gran interpetación del guitarrista Sammie (Miles Caton), que toca una pieza tan intensa que abre la puerta para convocar a los espíritus de todos los espacios temporales. Personaje totalmente influenciado por la figura del mítico guitarrista de blues Robert Johnson.
De lo mejor del film es la capacidad del director para unir tantos espacios tanto espirituales como terrenales y darles la forma adecuada a todo el pastiche. Gran intensidad en la filmación de las escenas nocturnas donde echa mano de lo onírico de una manera más que satisfactoría.
El punto fuerte del film es esa feroz crítica social al racismo estructural a la que sigue estando sometida toda la comunidad afroamericana de EEUU. Una violencia sistémica que hace irrespirable el ambiente y las posibilidades de poder emprender una nueva vida sin ataduras ni cadenas de esclavo. Coogler utiliza el arte, la comunidad y la espiritulidad de su pueblo para marcar el camino hacia la salvación y la redención.
Por último creemos que ha sido muy hábil el director en mezclar y unir diferentes géneros cinematográficos y no quedar atrapado por ninguno de ellos, dándoles el espacio que necesitan para poder coexistir sin pisarse mutuamente. Un crisol de identidades unidas en una única historia.
Sinners es una película íncomoda y a la vez parece un blockbuster. Una experiencia que no deja indiferente a nadie y que te hace disfrutar durante un par de horas de una historia profunda que a la vez puede ser frívola sin caer en lo chabacano. Un film que creará escuela.