Sirat, el descenso a los infiernos de Oliver Laxe

Hacía tiempo que una película de nuestro país no suscitaba tanta expectación y polémica. Sirat, la nueva película de Oliver Laxe ha irrumpido en la escena fílmica nacional propinando un puñetazo seco en el estómago del espectador. La obra viene con la
vitola de haber sido premiada en el pasado Festival de Cannes ganando el Premio del Jurado. Esto a veces no significa mucho, pero otras sí que es un indicio de
que por lo menos la cinta exhibida en la villa francesa no ha dejado indiferente a nadie.

Laxe se ha convertido de la noche a la mañana en uno de los cineastas más arriesgados y extravagantes del cine europeo contemporáneo. Prueba de ello es este film que nos propone una experiencia cinematográfica que trasciende la pantalla y nos involucra en un rito
iniciático en busca del dolor partiendo de una rave en medio de un desierto.

Antes de nada vayamos hacia el vocablo “sirat”, una palabra de origen árabe que hace referencia a ese puente que existe entre la vida y la muerte, conectándonos directamente con el más allá.
Esta historia alegórica nos situa en un desierto africano en donde un padre (Sergi López) y un hijo emprenden la busqueda de la hija/hermana desaparecida hace meses entre raves clandestinas sometidas a la dictatura del sonido más penetrante y pertubador que puedas sentir.

Estamos ante una verdadero viaje iniciático, una odisea espiritual en la que los personajes involucran al espectador para que se libere de todo prejuicio y se embarquen en este descenso hacia los infiernos de Dante del que no puedes escapar.

Laxe pone la mirada en una serie de desertores del sistema que mediante raves se unifican como una familia para mostrarse antisistemas, sin participar de algún modo en la bacanal capitalista a la que nos tiene sometidos desde esta estructura social que destruye a todo el que se pone por delante. Ser nómada es una actitud ante la vida, algo que en un
principio puede parecer fácil y despreocupado pero que encierra una lucha interior que muy pocos pueden soportar.

El film te sitúa ante una catarata de imágenes increíbles que se apoyan en un reparto mayoritariamente no profesional, debemos destacar al pequeño Bruno Núñez, y los debutantes en la cinta Rychard Bellamyun, Stefania Gadda y Joshua Liam Henderson. Su aportación estriba en dotar de autenticidad lo que estamos contemplando, todo ello sostenido con la única cara reconocible del film, el extraordinario Sergi López. Todo lo que rodea a la película tiene un cierto aire místico, clandestino con una atmósfera hipnótica que le da el salto de calidad a la propuesta.

El rodaje se produjo en condiciones extremas, con una duración de casi 10 años. Tiempo que utilizó Laxe para poder adentrarse en el mundo rave y que dicha comunidad dejara que su cámara filmara sin tapujos
lo que acontecía en sus entrañas. Laxe nos muestra al desierto como un personaje más que se funde con los protagonistas hasta convertise en un todo unitario. Lo rodado siempre está lindando lo real y lo onírico con una facilidad pasmosa.

Laxe en diferentes entrevistas ha señalado la importancia que tiene para él hablar de la muerte: “la intencionalidad primera es hacer del cine un espacio donde se pueda volver a experimentar la muerte”. Y en cierto modo es lo que muestra al qespectador cuando se sienta ante Sirat, todos nos negamos a presenciar la muerta a ocultarla, y el director gallego nos la pone en el centro del relato, como un guía espiritual del que nadie puede escapar.

El relato tal y como lo filma Laxe no es convencional, no es lineal. Surca la narrativa por un mar de arena lleno de sentimientos, dolor, soledad… todo en una plano rabiosamente existencial. Cada plano, cada silencio que nos propone está lleno de significado y simbolismo.

No debemos dejar de pasar por alto la crítica feroz que hace al sistema. Puede parecer que los integrantes de esa rave sean seres que no quieren enfrentarse a él, todo lo contrario, son personas que
huyen del mismo por haber sido víctimas de un sistema que los ha humillado y los ha hecho sentirse inservibles. La película intenta mostrarnos que si nos
desvinculamos del grupo, de la familia, de nuestro entorno estamos abocados al desastre más absoluto y somos carne de cañon de esta estructura social que no tiene piedad de nadie.

Uno de los principales protagonistas del film es sin lugar a dudas el sonido. Mediante él se busca llegar al trance liberatorio que nos haga escapar de este puto mundo con una mirada libre y sin cortapisas. La música electrónica se erige en cicerone de todo el mundo, y marca el camino a seguir entre la arena del desierto. Un sonido maravilloso que hace que el espectador pueda sentir en sus entrañas el ritmo que se apodera de tu caja torácica. Un viaje alucinatorio lleno de imágenes creadas por una fotografía realmente alucinante.

El film quiere llevar al espectador a presenciar el camino que muchas personas han decidido tomar hartas de ser utilizadas por un sistema podrido y corrupto. Lo hace con una mirada objetiva, compasiva
y sin ejercer ningún juicio de valor ante lo que estamos contemplando. Todo es abrupto y bello a la vez. Una demostración sincera del dolor y la búsqueda para paliarlo.

Estamos ante una cinta incómoda, nada fácil de
ver. Hacía tiempo que no veía a gente abandonar la sala a mitad de la película. Si te dejas atrapar en la rave que te propone Laxe vas a vivir una experiencia
única, si vas con prejuicios esto no es para ti. Con el paso del tiempo nos daremos cuenta de la verdadera envergadura de Sirat. Estamos ante una de las películas más importantes de nuestro país en años. Una película que te dejará huella.

 

3 Replies to “Sirat, el descenso a los infiernos de Oliver Laxe”

  1. Francisco Javier Moral Álvarez

    Laxe tiende a contarnos sus historias con momentos: El momento en el que uno de los protagonistas se pone a cantar «le deserteur» de Voris Bian, nos explica mucho más de lo que parece.
    No sigo porque no quiero hacer spoiler.
    Y la imagen del eje de la rueda del tren con esa música acompasada.
    Hipnosis pura.

  2. Patxi

    Sinceramente, no entiendo lo de qué la gente abandone la sala a mitad de película…
    Es cierto que que la peli tiene dos partes bien diferenciadas por un punto de inflexión en que se vuelve un auténtico descenso a los infiernos, pero en ningún momento me pareció desagradable.

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