“Altar Of Madness”, el debut de Morbid Angel llegado desde el infierno

En 1989, en plena Florida (EEUU), llegaba al mundo uno de los debuts más brutales de la historia del metal extremo. Morbid Angel había creado un engendro llamado “Altar Of Madness”, y desde el mismo momento de su lanzamiento se convirtió en una referencia para las generaciones venideras que cultivarían el metal extremo, en concreto el death metal. 

La formación compuesta por David Vicent como vocalista y bajista, Trey Azagthoth y Richard Brunelle a las guitarras, y el gran Pete Sandoval a la batería, crearon una hidra de 7 cabezas capaz de engullir todo lo que estuviera a su alcance. 

Desde los estudios Morrisound, Morbid Angel llevó el death metal hasta lugares no conocidos con anterioridad. Bandas como Death o Possesed habían comenzado la senda, abriendo el camino hacia estos sonidos tan agresivos, pero lo de David Vincent y cía fue de otra galaxia.

Crear una sinfonía llena de riffs enloquecidos y diabólicos, junto a una batería que lanzaba blastbeats como si no hubieran un mañana, hacía de este disco algo más que un álbum de metal al uso.

La atmósfera maléfica, satánica, luciferina que envuelve el álbum es realmente apabullante. Si a todo esto le unimos influencias basadas en el escritor H.P. Lovecraft y su obra, el resultado es una oda a la maldad en todas sus vertientes.

Desde el comienzo con “Inmortal Rites” todo es una locura sin freno, que te coge por el cuello y te ahoga hasta ponerte cianótico. 

“Suffocation”, “Visions From The Darkside”, o la tremebunda “Maze Of Torment” son solo otros ejemplos de lo devastador que resultó esta obra en todos los sentidos. 

Cada tema tenía una personalidad propia, una entidad autónoma; el álbum era el hotel de los horrores y cada canción su tétrico y maligno inquilino. 

Me quedo para el final la anticlerical “Chapel Of Ghouls”, una apología del odio más extremo hacia todo lo que signifique religión, o credo. Aquí Azagthoth seguía castigando las cuerdas de su guitarra a una velocidad infernal, arrasándolo todo a su paso. 

Dentro del álbum tengo que destacar por un lado la figura de Pete Sandoval, y por otro la de Azagthoth. Uno a la batería abriría el camino a muchos bateristas de metal extremo. Su manera de tocar sobrehumana solo puede estar al alcance de unos pocos. 

Por otro lado, el genio de Azagthoth emergió como un Leviatán, y se erigió en dueño y señor de los riffs y composiciones del álbum; un músico de otro planeta.

Por último comentar lo curioso que fue, ver a un sello como Earache Records apostar por un disco de estas características. La discográfica más orientada al punk, hardcore y otros sonidos menos abigarrados, cerró los ojos y sin pensar lanzó al mundo esta abominación sonora. 

Obra maestra sin discusión. 


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