Aromas desérticos en lo nuevo de Stone Witch
Tras el empacho de listas y rankings recopilatorios de lo mejor de 2018 ya va siendo hora de fijarnos en el presente y actualidad musical del 2019. Agradable sorpresa con la que nos hemos topado aquellos que caímos rendidos al colocón y humareda densa de riffs stoners contenida en el disco publicado el pasado año por Sleep al oír la segunda referencia de la underground banda oriunda de Phoenix Stone Witch. Para quienes no los ubique, este cuarteto se mueve a caballo entre esa difusa frontera que une lo mejor de las cadencias de sección rítmica pesada del doom con la aridez desértica propia del stoner primigenio.
En Desert Oracle nos encontramos con un trabajo de tres cuartos de hora que lejos de anclarse pétreamente en los géneros citados va un pasito más allá en cuanto a la dotación de matices y aristas de otras fuentes sonoras. Sirva de ejemplo la entradilla de Curse con solo de batería casi jazzy que descoloca de primeras para luego desembocar en ese paso lento pero firme que puede recordarnos a la banda de Matt Pike y Al Cisneros. Matices psicodélicos que acaban incrementando el ritmo, incluso descolgándose con algún que otro solo en cortes como Shadow o Void of Form. Mención especial por lo singular dentro del conjunto a una Dutchman que es un ejercicio de regreso a las american roots con cierto lucimiento vocal por parte de Jayare Robbins, aquí lejos del registro y tono imperante en el resto de canciones.
Sin embargo, es en los momentos de stoner de manual donde consiguen brillar con más luz. The Ark, Pillar of the Colossus y White Eye ciernen una tormenta de arena propia del desierto de Arizona sobre nosotros y con una producción cruda que se agradece, casi sonido de toma de directo, calman nuestras ansias por dejarnos las cervicales con riffs prestados del doom metal y llevados a un campo más rockero. Subrayable igualmente esos solos de guitarra de Matt Wentz que intercalados oxigenan las composiciones, aunque sin restarles un ápice de contundencia. En resumen, un disco que pondrá las pilas lo mismo a seguidores de Elder, Electric Wizard o Sleep y digno de prescripción incluso para quienes disfruten con sonidos cercanos a los nacionales 77 o Cachemira.