Crítica: “Holy Ground” (The Dead Daisies)

Nos llega recién salido del horno “Holy Ground”, lo más nuevo de The Dead Daisies, su quinto álbum de estudio, con un sonido y estilo que sigue la estela de sus últimos lanzamientos.

En esta ocasión, la banda se convierte en cuarteto, y entrega un disco potente y sin fisuras que recuerda a sus discos anteriores, pero dotándolo de una personalidad propia al contar con una nueva voz.

Tras la marcha de John Corabi y de Marco Mendoza, la voz y el bajo corren ahora a cargo del incansable Glenn Hugues, quien aparte de poner su sello personal en todos los bajos del disco, demuestra seguir estando muy en forma a sus casi 70 años, con unos registros de voz, propios de cantantes más jovenes. Sin duda, parece que a cada año que pase, su voz suena cada vez más afilada.Otra de las señas de identidad siguen siendo las guitarrasde Doug Aldrich y de David Lowy (éste último, único miembro original de la banda).

Los temas no tienen desperdicio. A la primera de cambio, suena “Holy Ground (Shake the memory”), un tema al más puro estilo Dead Daisies, pero que con la voz de Hugues le da otra dimensión, llevándolo más a su terreno. 

En “Like no other (Bassline)”, Hugues sigue demostrando hasta donde llega su voz, con subidas y agudos imposibles, y con un trabajo impecable en toda la línea de bajos. Para mí, uno de los mejores temas del disco, que cuenta hasta con coros femeninos, que le dan un toque muy personal.

El disco sigue con “Come alive”, y con “Bustle and Flow”, tema que fue escogido como 2º single y que parece hecho a medida de Hugues. Cuenta con un potente riff y una “declaración de guerra” en su letra.

A continuación el disco baja ligeramente de revoluciones con “My fate”, tema algo más pesado y lento que los anteriores, aunque enseguida el disco recupera su pegada de nuevo con el rock desenfadado de “Chosen and Justified” y prosigue su subida con el riff salvaje con el que arranca “Saving Grace”, otro tema para enmarcar.

No es hasta ahora (vamos por el 8º tema) que aparece el tema que fue escogido como primer single. Se trata de “Unspoken”, lanzado en verano del 2020. En el mismo, relucen reminiscencias de bandas lejanas (hay un ligero aire a Purple o a Whitesnake en sus inicios).

Justo a continuación apuestan por una versión. Se trata del tema “30 days in a hole” de Humble Pie, y con un cambio en el planteamiento del mismo, siendo Doug Aldrichquien se encarga de poner la voz principal, dando la posibilidad a Hugues de lucirse con el bajo.

Vuelven a la carga con otro tema muy “deaddaisiano” llamado “Righteous days” (el cual ya publicaron como avance en la emisora Planet Rock Radio en 2019) y, para finalizar, bajan el pistón en “Far away”, último y más largo (7 minutos) tema del disco. Durante casi 4 minutos, es una tranquila balada, que sube de intensidad a la mitad del tema dando paso a sutiles arreglos de cuerda, mientras sigue su crescendo, hasta el último minuto donde la canción llega a lo más alto.

Aunque es indiscutible la aportación y pegada de DeenCastronovo a la batería (quien ha sido reemplazadorecientemente, no sabemos si temporalmente, por Tommy Clufetos) y de David Lowy a la guitarra rítmica, uno de los puntos fuertes de este disco es la guitarra solista de Aldrich, un músico todo terreno que le ha dado a la banda un sonido propio desde su llegada en 2016, tras las marcha de Richard Fortus. Y como no, ensalzar una de las mejores voces del rock de los últimos 50 años. Aunque todos pensábamos que sería difícil superar el trabajo de John Corabi, la voz de Glenn Hugues lleva los temas aún más lejos y consigue un trabajo impecable, con unos agudos al alcance de pocos cantantes, y menos aún con su edad.

Y como no, una mención especial para la cuidada producción y mezcla de este fantástico “Holy Ground”, que corre a cargo (como en sus últimos discos) de Ben Grosse. Todo un acierto. Para finalizar, habría que destacar que es un disco lleno de riffs cortantes y ásperos, y que, exceptuando uno o dos temas, no es un disco con estribillos fáciles y “coreables”. El estilo del mismo va por otros derroteros, mezclando hard rock y blues rock de toda la vida, pero con una producción cuidada y moderna que le hace tan cercano y audible.

En resumen, un discazo para el disfrute de los amantes del hard rock clásico del siglo pasado, pero con aires de renovación del género, y con temas que invitan a escucharlos a un buen volumen (de 10 para arriba).

Sello: Spitfire Music

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