“Facelift”, la magistral propuesta de Alice In Chains

Volvemos con nuestra personal máquina del tiempo a los lugares que nos dieron las pautas para formar nuestros gustos musicales. La década de los 90 fue la era magistral del rock/metal alternativo subido a lomos de una caballo desbocado denominado grunge. Podemos entender que 4 bandas fueron las patas que montaron la mesa principal de todo este movimiento: Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden y Alice In Chains. Hoy fijaremos nuestra mirada en los últimos que hemos nombrado. Laney Staley y Jerry Cantrelll estaban destinados a escribir líneas de oro en estos años para sorpresa de todos.

Debemos desplazarnos hasta lo más profundo del estado de Washington para seguirles la pista a un cuarteto musical que iban a estar presentes en toda la movida grunge pero desde una perspectiva más oscura aún y sobre todo metalizada. Alice In Chains se erigieron en la respuesta metal a todo lo que estaba aconteciendo en Seattle. Staley, Cantrell, Marr y Kinney quisieron salir de la dictadura del rock alternativo lleno de inspiración hace bandas como Pixies, Sonic Youth, para mirar más de cara a formaciones clásicas como Black Sabbath, con la vista puesta en la nueva ola post punk/hardcore que también se estaba formando.

Alice In Chains tenía como carta de presentación riffs pesados, melodías oscuras y depresivas, con una conjunción vocal fantástica entre Laney y Cantrell pocas veces antes vista. La oscuridad era la nota predominante en su propuesta. El lamento hacia una vida que no colma tus expectativas era la toma de tierra de sus composiciones. Todo esto se reflejó de manera clara y cristalina en su álbum debut “Facelift”.

Comenzar con una tema como “We Die Young” es toda una declaración de intenciones de lo que sería la carrera de Alice In Chains. Un tema contundente, riffs asesinos y la voz de Staley que te revienta por dentro. Todo con una aroma a  Sabbath, Doom y metal alternativo que tira para atrás. Un inicio demoledor que nos anunciaba la mejor canción del disco. “Man In A Box”.

La segunda canción del álbum es una magisterio absoluto de cómo tiene que ser una canción de rock. Mezcla de grunge, si es que se puede denominar un estilo como tal, metal, y rock alternativo lo convertieron directamente en uno de los himnos del grupo. La voz nasal de Staley junto a la distorsión de la guitarra de Cantrell ponen el techo muy alto para el resto de canciones del disco. Canción magistral que dejaba bien a las claras que este grupo era de otro mundo y que no se encontraba en éste.

Bajamos las revoluciones con “Sea Of Sorrow”. Un tema de corte más lento, que sigue en la senda de lo mostrado con los dos primeros cortes, pero que ya nos deja ver cómo iba a ser la banda en los medios tiempos. Posiblemente sea la primera canción en la que dejan vislumbrar cómo va a ser el sonido del grupo en álbumes venideros. La marca AIC estaba ya en camino.

“Bleed The Freak”, comienza desde abajo para terminar descargando toda la furia de la banda. Las armonías vocales de nuevo toman la batuta y subidas encima de un riff muy pesado atraviesan todo el corte abrasando todo lo que tocan. Aquí la sección rítmica toma importancia y deja su impronta de manera definitiva.

Seguimos este descenso hacia la oscuridad, el mal rollo y la sensación de agobio con la penetrante “I Can’t Remember”. La voz de Laney Staley es un lamento sin límites que nos envuelve hasta destruirnos por dentro. Siempre me he preguntado cómo puede estar de atormentado una persona para cantar de esa manera.

Pero el descenso no acaba aquí. Más lenta y desesperada aún que la anterior se nos presenta “Love, Hate, Love”. Toda una oda al amor desesperado, a sus espinas y a lo jodido que es vivir en este mundo si sentirte herido. Tiene un fondo cuasi psicodélico que la hace una canción algo extraña en el conjunto del disco.

Volvemos al comienzo de la historia y “It Ain’t like That”, nos lleva al mundo riff y potente del ideario de AIC. Cantrell toma los mandos y con su guitarra dibuja con potencia todo un mundo lleno de electricidad y rabia. Temazo lo mires por donde lo mires. Debemos destacar también la labor de Sean Kenney destrozando la batería y dando una nuevo aire a la manera de tocar este instrumento.

No todo fue en este disco distorsión pura y dura. Temas como “Sunshine” o “Confusion”, nos ofrecen una mirada del grupo más encaminada a facetas experimentales. En “Sunshine” Cantrell hace un alarde psicodelia con su guitarra y nos propone ambientes lisérgicos. Se atreven con nuevos campos musicales… y el resultado no es del todo insatisfactorio. “Confusion” hace honor al título de la canción, y nos deja con un regusto a laberinto sónico que es de lo más flojo del álbum.

Vamos llegando al final y destacamos tres temas que redondean la obra de los de Seattle. Por un lado “Put You Down”. Un corte clásico de la banda con atmósfera sludge, rápido y con la voz de Staley más agresiva de lo normal. Flojea algo la canción si la ponemos en comparación con el resto del álbum.

Seguimos con “I Know Something”, una canción con regusto a funk que pone bien a las claras de lo que eran capaces de hacer estos tipos y la versatilidad con la que se movían. Gran tema de Alice In Chains.

Por último “ Real Thing”, un buen broche para terminar una fascinante ópera prima. Densa, corrosiva, doom, oscura etc… en definitiva marca de la casa.

El álbum debut de Alice In Chains fue otra piedra en el enorme edificio que se creo en esa época en el mundo del rock. Un disco que no definió del todo el sonido de la banda, pero que si que mostraba ya lo grandes que iban a ser. Nos esperaban todavía grandes álbumes y alguna que otra obra maestra. Una de las formaciones más importantes de la escena rock/metal de los 90 hacia acto de presencia y ya nada sería igual.

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