“Grace” (Jeff Buckley), una voz única que se apagó antes de tiempo
Cuando se cumplen 24 años de la pérdida de Jeff Buckley, creo que es un buen momento para recordar su (breve pero intenso) legado.
Descubrí el disco “Grace” de Jeff Buckley en una Fira del Disc del Coleccionista, allá por el 97 ó 98. No sabía quién era, pero algo había en esa portada que me hizo centrarme en ella y comprar el disco a ciegas. No recuerdo haber escuchado nada de él, ni en la radio. Internet estaba en pañales todavía y no era fácil descubrir nuevos discos. Fue escuchar los primeros acordes y esa voz, y hubo un “clic” en mis oídos. Era algo diferente, nuevo. Desde entonces, pocos intérpretes me han llegado a emocionar y sorprender como lo hizo él. Cuando lo escuché por primera vez, tuve esa extraña sensación (que se da muy pocas veces) que te transporta a otra dimensión, y te transmite algo difícil de explicar y/o clasificar.
Jeffrey Scott «Jeff» Buckley, nació en Los Ángeles (California), y fue el único hijo de Tim Buckley (con quien guardaba un gran parecido), conocido músico que compuso y publicó varios discos de folk y jazz a finales de los 60s y principios de los 70’s, y que también falleció prematuramente.
Buckley se crió con su madre (Mary Guibert) y su padrastro, en el sur de California. A los dieciocho años se trasladó a Los Ángeles, donde se graduó en el Musician’s Institute. En 1990, Buckley se trasladó a Nueva York. Su debut en público como cantante fue una actuación en 1991, en un tributo a su padre, Tim Buckley, en la iglesia de St. Ann de Nueva York.
Pronto se convirtió en intérprete solista habitual en el café Sin-é de Greenwich Village, donde atrajo la atención de los ejecutivos de Columbia Records, y en 1993, dicha discográfica publicó un EP de cuatro temas grabados en el café Sin-é.
El 23 de agosto de 1994 sale “Grace” al mercado, su primer y único disco de estudio. La prodigiosa voz de Buckley, junto a un innato e inmenso talento, hicieron de ese disco una obra difícil de encuadrar o etiquetar en ningún estilo.
Todos los temas tienen ese “algo” especial que los hacen únicos. Buckley consigue darle un toque mágico que puede llegar a emocionarnos sin dificultades, algo que al fin y al cabo es lo que hace que la música “llegue” o no a lo más profundo de cada persona.
La mayoría de los temas son propios, pero Buckley nunca descartó las versiones como una manera de reinterpretar canciones que le inspiraban. Destaca una gran versión del tema “Hallelujah” de Leonard Cohen (casi más conocida que la original), así como “Corpus Christi Carol”, del fallecido compositor británico Benjamin Britten.
En otros temas, el disco camina por la calma y el sosiego, como “Lilac wine” o “Lover, You Should’ve Come Over”. Por otro lado, hay temas inclasificables, con dinámicas entre el medio tiempo, la balada y el rock, como el que titula el disco “Grace” (en mi opinión, una obra maestra), ”So real”, “Mojo pin” (si no se te pone la piel de gallina, es que eres una piedra) o “Dream Brother”.
También sabe llegar hasta el rock más poderoso con la zeppeliana “Eternal Life”. Y hay dos obras maestras: “Last Goodbye”, que es una maravillosa canción con una letra preciosa (sí, suena hortera, pero es cierto), y “Forget Her”, tema con el que acaba el disco. El rango y timbre de la prodigiosa voz de Buckley, le permitía ir desde los tonos más graves y profundos, hasta llegar al límite de sus cuerdas vocales, con agudos imposibles. Desde susurros a gritos desgarradores. Desde la delicadeza del “falsete” a la rabia y el dolor.
La atormentada personalidad de Buckley provocó que no pudiera disfrutar de un éxito para el que no estaba preparado, y durante su carrera prefirió pasar desapercibido en multitud de bares y clubs tocando con seudónimos como Father Demo, Jaime de Cevallos, Topless America, Smackcrobiotic, The Halfspeeds, Crackrobats, y Martha and the Nicotines.
Buckley murió el 29 de mayo de 1997, a la edad de treinta años, ahogado en el río Wolf en Tennessee. El río no era apto para el baño, pero no había carteles de advertencia. Además, él ya había nadado antes ahí. Alrededor de las nueve de la noche y en un acto inexplicable, Buckley se metió al agua completamente vestido, inclusive con sus botas puestas. En breves instantes, ya había desaparecido. Su cuerpo fue encontrado desnudo cinco días después. La autopsia realizada posteriormente no reveló la presencia de alcohol ni drogas en su cuerpo.
Aún hoy día, su muerte sigue siendo un misterio. Buckley había viajado hasta Memphis, para grabar su segundo disco, que llevaría por nombre “My Sweetheart The Drunk”, pero… su muerte nos dejó huérfanos de su voz y su talento. Si ya lo conocéis, os invito a disfrutar de nuevo de sus canciones. En caso contrario… ¿A qué estás esperando?.
Os recomiendo escuchar sus temas y traducir sus letras. Os sorprenderán tanto como a mí. Acompañad la escucha con un buen bourbon. También sirve un malta.
Sello: Columbia Records
Maravilloso disco. Lo conocí más o menos por esa época que comentas (98). Antes había leído la esquela de su muerte, no lo conocía, pero recordaría el nombre. Alguien me dejó el disco. Es un enganche, los temas son muy imaginativos y nada convencionales, la voz es absolutamente cautivadora, y está producido y mezclado por Andy Wallace, uno de los grandes. Gracias por el artículo.