“In Times New Roman”, Queens Of The Stone Age nos recuerdan que son muy grandes

La verdad es que muchas veces uno se pregunta por qué algunas bandas no tienen el reconocimiento debido. Se pasan años a piñón fijo haciendo álbumes colosales y siguen sumidas en una especie de penumbra para el gran público. Este podría ser el caso de Queens Of The Stone Age. No es que sean desconocidos, pero creo que no tienen o les falta el reconocimiento debido ante una carrera realmente imponente.

El regreso de la banda liderada por el gigante Josh Homme es de lo más evocador. “In Times New Roman” es toda una declaración de intenciones. Es un disco que suena a vendetta, a rabia, a desazón. Lo vivido por Homme en estos últimos cuatro años da para escribir un libro, o mucho mejor, hacer un disco de esta envergadura. 

El vía crucis particular del capitán de QOTSA ha sido de los que te dejan marcado para toda la vida. Por un lado un divorcio muy difícil, la lucha por la custodia de sus tres hijos, la muerte de amigos cercanos como Mark Lanegan, Rio Hackford o el baterista de Foo Fighters, Taylor Hawkins. La guinda del pastel lo pone una intervención quirúrgica de urgencia para tratarle un cáncer. Con este panorama solo te quedan dos caminos, o te hundes, o te enfrentas como un titán ante tanta tribulación. El bálsamo sanador ante tanta desgracia ha sido este nuevo trabajo. 

El dolor, la ira más frenética y los sentimientos encontrados se dan cita en el puñado de canciones que engalanan este gran trabajo. Un álbum que se empezó a gestar hace dos años pero no ha sido hasta este 2023 en el que ha podido Homme sentirse lo suficientemente fuerte como para acometer el final de esta historia en forma de canciones de rock. 

Aunque Homme siempre ha sido un músico muy anárquico en sus composiciones, letras ásperas, cortas, y sonidos enreversados que vuelan libres, en esta ocasión si ha querido coger ese guión que procesara todo lo que sentía en su interior. Todas las canciones del disco recogen ese malestar, realismo a paladas y reset al que se ha visto abocado en estos años tan aciagos para él. 

Es un álbum que recoge toda la cosecha de riffs, sonidos crujientes y aroma a desierto que destilan trabajos como “Like Clockwork”, o “Lullabies To Paralyze”. Sigue algo la senda de su anterior obra “Villains”, pero tiene suficiente carácter como para tener una impronta propia que lo distingue de las anteriores obras. 

A nivel vocal Homme estás en un nivel maravilloso. Parece un crooner baqueteado por la vida, con unas cuerdas vocales llenas de humo y alcohol. Destila autenticidad por los cuatro costados y su presencia en cada uno de los cortes que componen este trabajo es realmente imponente. Siendo justos no solo se compone esta banda de la figura de Homme. El resto de la formación lleva más de 10 años junto a él. Una maravillosa guardia pretoriana que lo escolta para llevarlo hasta el cielo eléctrico del que es dueño y señor. El dueto formado por los guitarristas/teclistas, Troy Van Leeuwen y Dean Fertita aportan la base sónica para que las canciones de QOTA suenen a hierro puro. Y qué decir de la base rítmica formada por el bajista Michael Shuman y el batería Jon Theodore… un tanque avanzando lento y seguro destruyéndolo todo a su paso. 

Qué manera tan maravillosa de empezar un disco. “Obsenery” nos da en todo el careto y nos transporta en un abrir y cerrar de ojos a todo el imaginario de QOTSA. Desengaños amorosos son la base sobre la que se cimienta una  canción que es solo el aperitivo de lo que nos encontraremos en esta obra. 

“Paper Machete” te desgarra por dentro con riffs lacerantes, y un solo de guitarra de los que hacen fácilmente época. La base rítmica alcanza tintes epopéyicos en un tema destinado a ser de los más cruciales de este nuevo álbum.

Delirios espaciales y lisérgicos vienen de la mano de “Negative Space”, otro riff marca de la casa que te machaca sin cesar y poemas de resentimiento y falta de esperanza en el prójimo. Todo muy de Josh Homme. 

Uno de los temas que más me han impactado del álbum es sin lugar a dudas la tremenda “Time & Place”. Un corte en el que la batería de Jon Theodore marca el devenir de una canción tremenda. A destacar la lucha de sables establecida por las guitarras de la banda que te ponen en una carretera hacia el desierto con un coche sin frenos. 

“Made To Parade” amenaza con mostrarnos la faceta más croare de Homme. Nos recuerda a un Bowie trasnochado, pasado de rosca, sudoroso. Toda una oda a lo sofisticado con un toque rudo desértico.

Una de las cartas de presentación del disco fue el corte “Carnavoyeur”. Un tema que a la postre es de lo más sencillo del álbum, ahondando sus letras en el espíritu triste y sin rumbo que destilan todas las letras que componen el disco. 

Uno de los puntos flacos de “In Times New Roman”, es la facilona “What The Peephole Say”. Una canción sin muchas pretensiones, y lista para ser consumida sin más. Una  especie de fast food de QOTSA. 

El pulso se retoma con la potente “Sicily”. Marca de la casa de principio a fin. Árida, insinuante, lista para deleitarte hasta decir basta. Huele a bares lascivos de carretera, o moteles perdidos en carreteras secundarias. 

Llegamos al final. Por un lado nos encontramos la tranquila y sosegada “Emotion Sickness”. Una canción que tira de la esencia más pura del grupo, con un riff perfecto que se hace valedor de ser el guia de todo el tema. Un remanso de de paz para llegar a la traca final. 

“Straight Jacket Fitting” firma el finiquito del disco. Un tema que se bambolea entre la oscuridad más penetrante, hasta lo épico coronando a Homme como uno de los grandes trovadores de este siglo. Toca lamerse de las heridas, cerrarlas y marchas a sitios con más luz. La catarsis ya se ha completado. 

Un gran álbum de QOTSA. Una banda que se merece más. Una banda que no ha parado de crecer ante muchas veces la indiferencia del gran público. Si el rock no está muerto es por artistas de la talla de Josh Homme. Vuelvo a poner el disco. Quiero ir al desierto y sentir la soledad del que ya nada tiene que perder. 

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