“Murder Ballads”, Nick Cave y sus cuentos sobre asesinatos

Los álbumes conceptuales parten de una premisa ganadora, casi siempre llevan una buena historia debajo del brazo. Lo conceptual abraza las canciones que lo desarrollan y el álbum termina siendo una especie de teatro musical. Algunas veces la historia atenaza a la música y le impide volar a su libre albedrío, pero esto es un riesgo que siempre hay que correr con este tipo de composiciones. 

Uno de los álbumes que mejor hilvanó narración y música es sin ningún género de dudas “Murder Ballads” de Nick Cave. El rapsoda australiano supo crear una atmosfera inigualable alrededor de un puñado de canciones que tenían como nexo causal algo muy truculento: el asesinato. 

Lo que hizo Nick Cave en este disco pareció original a mucha gente. Bien es cierto que en la música contemporánea juntar en un álbum este tipo de canciones no era algo muy común. Pero curiosamente realizar este tipo de crónicas negras de la sociedad mediante la música es muy antiguo. 

No solo ha sido utilizado este recurso en el ámbito del folk, blues e incluso el country, encontramos vestigios más antiguos allá por el siglo XVII tanto en Inglaterra como en los paises nórdicos. Solo tenemos que echar un vistazo a las películas que se han hecho de la época para ver cómo los juglares se erigian en cronistas tenebrosos de lo más escabroso a su vez de la sociedad de la época. El morbo siempre ha funcionado y funcionará.

Con el tiempo esto se perfeccionó y se convirtió en lo que conocemos como “murder ballad”, canción triste, balada meláncolica que va trazando con lentitud y parsimonia todo un ramillete de muertes a cual más truculenta, haciendo uso de una dulzura que contrasta con lo horrible de lo narrado. 

Una de las zonas donde más se dio eco a este tipo de narraciones, fue el sur de EEUU, la cultura redneck està poblada de estas historias contadas de generación en generación para regocijo de mentes con un exacerbado amor por la morbosidad. 

Llegamos a 1996 en plena efervescencia de los sonidos alternativos, Nick Cave tira por la calle de en medio y se decide a lanzar este álbum que es una crónica de sucesos en toda regla. Nada menos que 65 presonas ficticias fallecen a lo largo del desarrollo del álbum. Una oda a la masacre en toda regla. 

Cave venía de tener un éxito considerable con su anterior obra “Let Love In” (1994). Podemos considerar esta obra como el cenit compositivo del autor australiano. Su intención era dar un giro de 180 grados y renovar energías ante el desgaste ocasionado con el anterior larga duración. De manera sorpresiva este “Murder Ballads” tuvo más éxito si cabe con la influencia directa de la MTV al dar difusión en forma de vídeo al tema “Where The Wild Roses Grow”, una canción que cantaba acompañado de la gran Kylie Minogue. 

Cave afrontó esta hazaña en forma de disco con un elenco de artistas de lo más variado y profesional. Por un lado su banda, Bad Seeds, integrada en esa época por Mick Harvey, Blixa Borgeld, Martyn P. Casey, Conway Savage, Jim Sclaunos y Thomas Wilder. No contento con ello pensó que el álbum ganaría en empaque si se rodeaba de col·laboradores/as de renombre para aderezar más todavía estas canciones dedicadas a lo más ocuro del ser humano. Nada menos que PJ Harvey, Kylie Minogue, Warren Ellis, Hugo Race, Shane MacGowan o Brian Hooper se unieron como si fueran una santa compaña en este camino hacia los infiernos en los que Cave era el nuevo Dante del siglo XX.

Cave imaginó en parte crear este álbum en las grabaciones del álbum “Henry’s Dream” (1992), debido en parte por culpa del tema “O’Malley’s Bar”. Un corte que no encajaba de manera directa en el disco antes comentado y tampoco en el siguiente, el ya comentado “Let Love In”. Por tanto el artista nacido en las antípodas decide crearle un lugar especifico a esa canción y rodearla de todo un imaginario tétrico y de áspero regusto gótico. 

Dispongámonos a entrar en esta casa de los horrores desgranando las historias que conforman este crisol lleno de sangre, locura y miedo:

Abre la obra el tema “Song Of Joy”. Uno de los cortes que en múltiples entrevistas reconoce Cave como culpable de la inspiración para crear “Murder Ballads”. En la canción se cuenta una historia dentro de una historia. Un hombre le empieza a contar a un desconocido como su esposa e hijo murieron asesinados, en un alarde de estupidez el mismo hombre que relata la acontecido confiesa ser el asesino. Nick Cave hace una alarde maravilloso de su voz, atronando de una manera sublime. Uno de los mejores cortes del álbum.

“Stagger Lee” nos muestra a un Cave desatado, gritando a los cuatro vientos “motherfucker”. Todo retumba a salvaje e inhóspito. Un corte que hace honor al dísco, duro de escuchar y asimilar. Tienes hasta que esquivar los sonidos de disparos que se oyen. Brutal. 

“Henry Lee” es uno de los cortes más especiales del álbum. Aparece como musa del evento nada menos que PJ Harvey. Una versión de un tema folk escocés llamado “Young Hunting”. Los dos tienen una química maravillosa. Todo ello cristalizaría meses más tarde en un sonado idilio entre ambos artistas. 

Si algo debemos destacar de “Lovely Creature” son los coros. Se posicionan como parte central del tema y lo realzan de manera inequívoca. Tiene la misión clara como canción de bajar un poco el tono del álbum, hiperventilado ya de por si en los tres primeros temas que lo abren. 

Uno de los hits ya comentados del disco es “Where The Wild Roses Grow”, una canción preciosa con la intervención estelar de la estrella pop Kylie Minogue. El contraste con la voz de Cave es realmente maravilloso. Los duetos son el punto fuerte del álbum dotando a todo el conjunto de una variedad insuperable. 

“The Curse Of Milhaven”. Aquí damos paso a la matanza de pueblos de manera total. La historia se centra en la ciudad imaginaria de Milhaven. Allí el escritor Peter Straub nos relata la historia de toda una asesina en serie llamada Loretta. El amor por este tipo de personajes ha llenado la literatura y la música durante siglos. 

Una de las canciones más melódicas del álbum es “The Kindness Of Strangers”, el piano de Conway Savage hace de maestro cicerone para guiarnos por todos los recovecos del tema. Guitarrazos de Mick Harvey y un grito desesperado de Anita Lane. 

Una de las más flojitas del álbum es “Crow Jane”, una especie de engarce hacia la obra magana del álbum “O’ Malley’s Bar”, nada menos que un temarral de más de 14 minutos en donde se condensa toda la propuesta de Cave en este disco. Es el santo grial de las canciones dedicadas a la muerte y el asesinato. La canción se desarrolla en un tono algo cómico y musicalmente bordeando muchos elementos de jazz. Larga como un día sin pan, pero cuando haces la digestión te sienta la mar de bien.

La sorpresa salta al final con una versión del gran Bob Dylan. Dylan en uno de sus álbumes menos reconocidos “Down In The Groove” incluyó la canción “The Death Is Not The End”. Cave la acoge en su seno para realizar un brillante broche de oro final, con una versión jocosa y divertida del tema para quitarle hierro al álbum que nos acaba de despachar. A modo de “We Are The World”, muchos de los colaboradores/as del disco aportan su voz para firmar el epitafio final de esta obra maestra. 

Un álbum para la historia. Cualquier discoteca que se precie debe tener en un lugar distinguido y privilegiado este disco maravilloso. Un álbum que tuvo un recibimiento increíble tanto a nivel de público como de crítica. Cave supo conjugar relato, música y dentro ella variedad de estilos. También supo jugar con la ironía y miró a la muerte a la cara… algo que por desgracia ha tenido que hacer alguna vez con gente muy cercana a él. 

Disco magistral, y punto. 

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