“Painkiller”, Judas Priest crean la obra maestra absoluta del heavy metal

El 3 de septiembre de 1990 debería, y a buen seguro que así es, estar grabado a fuego para todos los seguidores del heavy metal en el mundo. Esa fecha clave para este género, marcó a generaciones de fans alrededor del planeta rock. Ese día ve la luz, uno de los álbumes más grandes de la historia de los sonidos metálicos, nos referimos claro está a “Painkiller” (Judas Priest).

Nadie estaba preparado para 10 temas de ese calibre. Los británicos capitaneados por el Metal God, Rob Halford, parieron un disco sencillamente perfecto. Una obra capital para entender este género, y que abrió el camino a seguir para la mayoría de músicos que cultivaban el heavy metal. 

Judas Priest ya era una banda más que reconocida en el ámbito mundial del heavy metal. Si bien Iron Maiden parecía que siempre les tomaban la delantera, con este álbum reclamaron por derecho propio el cetro de reyes absolutos de este estilo. 

Algunas cosas cambiaron para que Judas Priest dieran un giro de tuerca tan preciso, que propicio la creación de una bestia de esta magnitud. Por un lado su sonido, sencillamente se endurecieron, rozando el thrash y speedmetal. Todo ello con una carga brutal de riffs afilados y cortantes como navajas, llevados a la máxima potencia por las hachas de Glenn Tipton y K.K. Downing. Por otro lado, la salida de Dave Holland (batería del grupo) fue determinante también. El elegido para sustituirle fue el ex Racer-X, Scott Travis, una apisonadora a las baquetas que llenó de contundencia el sonido de los de Birmingham.

Echaron mano del productor Chris Tsangarides. Sus manos prodigiosas hicieron el resto. Le dio ese toque mágico que está al alcance de solo unos pocos, y supo llenar las posibles lagunas que tuviera la banda a la hora de componerlo. 

Comenzar un álbum con un tema como “Painkiller” es algo sencillamente prodigioso. Estamos sin duda alguna ante uno de los mejores temas de la historia del heavy metal. Desde su intro con la batería de Travis, pasando por los riffs endemoniados de Tipton y Downing, el ritmo desenfrenado del bajo de Ian Hill hasta llegar a Halford, todo, todo es oro puro. Lo de Rob Halford es de otro planeta. Nunca antes se le había escuchado cantar de esa manera. Agrsivo, punzante, arrebatadoramente salvaje; un Dios del metal con mayúsculas. Son más de seis minutos de gloria pura, de la excelencia hecha música. El advenimiento de la mayor gloria del metal de todos los tiempos.

“Hell Patrol” cumple su papel de levantar el pie del acelerador. Un tema minusvalorado, pero igual de importante del primero. Judas nos muestra que ralentizando el ritmo, también son capaces de llevarte a lo sublime sin despeinarse. 

“All Guns Blazing”, es el paroxismo. El comienzo a capella de Halford con unos agudos que pueden romper cristales, es sencillamente antológico. Halford hace de guía perfecto para introducirnos en un infernal tema, speedico cien por cien que te revienta por la mitad. 

“Leather Rebel” y “Metal Meltdown” forma un combo perfecto. Dos temas que engarzan la columna vertebral del álbum. Con una sección rítmica demoledora, en la que destaca de nuevo ese doble bombo demoledor de Travis, que te deja sin sentido. 

Comenzamos con la cara B. Para mí así se divide este álbum. Me lo compré en cassette,  y siempre que pienso en él, mi mente disecciona el álbum en dos partes. Este comienzo también es de los que hacen época. Nada menos que “Nightcrawler” asoma por el horizonte. Un tema con un riff que quedó para la historia. Un tema de factura más sencilla que “Painkiller”, pero que no deja de estar a una altura sencillamente suprema. 

Vuelve lo vertiginoso con “Between The Hammer And The Anvil”, un tema que podríamos catalogar como de la vieja escuela de Judas, pero que quedo actualizado con ese nuevo sonido tan salvaje y agresivo.

”A Touch Of Evil” es la cúspide del álbum. Un corte a medio tiempo perfecto, abrasivo, que dejaba bien a las claras la versatilidad de la formación en una obra para la historia. Un tema para recordar siempre, para no olvidar nunca.

“Battle Hymn” anuncia el final de la historia, las hachas de Judas Priest nos muestran el final del camino desembocando en “One Shot Of Glory”. El broche de oro perfecto, el colofón a un disco redondo, donde nada sobra. Judas Priest nunca han vuelto a firmar algo así, es difícil crear algo tan grande, aún así su figura gracias a este trabajo se hizo gigantesca; una leyenda viviente del heavy metal.

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