«Ramones», chicos normales haciendo cosas extraordinarias

Hay veces que nacen discos que no son discos en sí mismos, son algo más. Son el comienzo de algo, de una revolución que por desgracia en ese momento no se vislumbra pero que el tiempo termina por dejar las cosas en su sitio. Álbumes que son una hostia en tu cara sin más. Esto es lo que significa el nacimiento en 1976 de un álbum tan redondo como “Ramones”.


4 jovenzuelos llegados desde los arrabales de New York estaban a punto de crear, o contribuir, a la creación de un nuevo género musical que haría tambalear los cimientos de la música allá en la década de los 70. El punk daba sus primeros pasos y The Ramones fueron sus heraldos.


Una época en la que los grandes dinosaurios del rock se encontraban sin ideas y relamiéndose de su mastodóntico éxito, fueron adelantados por la derecha sin enterarse por un grupo de renegados con pelos largos, jeans y chaquetas de cuero. Esas zapatillas Converse pasarán a la historia como el preludio de una bomba a punto de detonar.


Teniendo como base de operaciones la mítica sala CBGB, The Ramones asaltaron el cielo con una proclama que les haría famosos. “Hey! Ho! Let’s Go!” unas sencillas palabras que resultaron ser un grito de guerra y que desató el Armageddon en la industria musical. Abrir un álbum con un tema de la categoría de “Blitzkrieg Bop” está solo destinada para los elegidos y The Ramones lo eran sin saberlo. Una canción que sería el himno y sobre todo el patrón donde descansaría la obra de los neoyorkinos. Canciones rápidas, cortas y a full sin dejar tiempo a respirar. Todo huele a alcohol, sudor y gente dándose empujones al lado de un escenario. Se convertirían en el anatema del rock progresivo, grandilocuente y excesivo de los años 70. Esto fue otra cosa, un escupitajo en tu cara y si te he visto no me acuerdo.


La guitarra afilada de Johny Ramone y la voz nasal de Joey Ramone serían la seña de identidad de una banda que tenías las cosas claras aunque no supiera muy bien hacia donde se estaba dirigiendo.


Debemos resaltar la honestidad del grupo. No regalan nada, son directos, no hay trampa ni cartón. Nos mostraron un rock sin artificios, hecho en un garaje, con cuatro acordes y sin pensar en las consecuencias de dicha música. Un álbum que nos deparó 14 temas que son 14 trallazos a tu cabeza. Ritmo desenfrenado, humor, desenfado, en definitiva… tomarse la vida por montera.


En este maravilloso repertorio punk nos encontramos joyas del tamaño de “Beat On The Brat”, “Judy Is A Punk”, “Now I Wanna Sniff Some Glue” o “Chain Saw”. Una colección de temarrales que te invitan a pensar que no son poetas, son tipos normales, la peña que te encuentras todos los días en el metro o en el super. Son gente de barrio, de suburbio, de esperanzas perdidas y futuros distópicos. La puta calle.


Todo no es alocado en el álbum, nos llega a la mente un corte tan bueno como “53rd & 3rd”, un tema que trata sobre la prostitución masculina en la ciudad que nunca duerme, pero desde un punto de vista existencial positivo y sin dramatismos. “Chain Saw” es una oda al cine de terror gore y de serie b de los años 70.


Tenemos de todo hasta una balada punk que toma la forma de “I Wanna Be Your Boyfriend”, qué bonita canción de amor punkarra que te hace morir de amor… Tema que nos muestra lo románticos que podían ser estos chicos de aspecto tan rudo.
Si tenemos que hacer un análisis más concienciudo desde el plano musical del disco, nos encontramos con una obra que la podríamos definir como primitiva, ruda, sin artificios. Con 4 tipos que casi no sabían tocar sus instrumentos y que mucho menos sonar a la par. Pero en esa sencillez está el quid de la cuestión. No hay florituras, no hay mierdas de Protools, es autenticidad por los cuatro costados, algo muy difícil de encontrar en este mundo.


La repercusión de este álbum se ha visto en años venideros. Decenas de bandas se vieron influenciadas hasta las trancas por The Ramones, desde Sex Pistols, The Clash, Dead Kennedys, pasando por Misfits, hasta llegar a nuestros días con Green Day. Todos bebieron de esta pócima, pero no solo los grupos punk, otros géneros que llegaron después como el grunge, el indie, el hardcore, el pop punk son hijos de este grandioso álbum.


Fue un disco que en su momento para la industria musical y en concreto la crítica pasó casi desapercibido… vendieron pocas copias. Pero su terreno de juego no estaba en las listas de éxitos, estaba en los clubs, baretos, salas donde de verdad se siente el rock y donde se suda hasta bien entrada la madrugada. Ahí eran lo reyes, ahí se hicieron fuertes. Eran los líderes de los inadaptados, de los que no encajan, de los renegados.


Si te pones este disco ahora, después de 50 años, sigue sonando fresco, directo, y sobre todo sincero. En un mundo tan lleno de mentiras como el que vivimos, tener en tus manos este disco en edición vinilo y ver esa mítica portada, te permite pensar que hay cosas auténticas y que la vida a pesar de todo puede ser maravillosa.


Ellos tuvieron un objetivo, pasáserlo bien, ser divertidos, contar sus movidas y que se les tuviera en cuenta. Todo eso lo lograron con este álbum. Abrieron la puerta a la gente normal, al que no levanta la voz, al tipo que se levanta todas las mañanas a las 5 para dar de comer a su familia. Fueron los apóstoles de la clase obrera.


La actitud en esta vida es lo más importante. A The Ramones les sobraba… esa es la razón por la que nunca les olvidaremos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *