Una oración por el rock and roll, “A Prayer for the Loud” (D-A-D)
A principios de los 90 en casa de mi abuela se pillaba la MTV, no sé cómo ni porqué pero se veía. Yo había sido cautivado por otras bandas sobre todo thrash (Slayer y Sepultura) y acudía a saludar a la yaya a la vez que descubría quien lo estaba petando en el hard rock y el heavy más comercial. Allí descubrí a Skid Row, Bon Jovi, Kiss, ACDC, Ugly Kid Joe, Aerosmith, Metallica y Disneyland After Dark (después D:A:D y posteriormente D-A-D). De todos estos descubrimientos repentinos, sin ninguna referencia y tratando a todos por igual me quedé con 3, uno de ellos D-A-D.
“It’s After Dark”, “Sleeping My Day Away”, “Grow or Pay” o la cachonda “Bad Craziness” me calaron muy hondo y yo las reproducía con orgullo mientras vacilaba a los colegas diciendo que los Héroes del Silencio eran una copia de estos, jj. Mi mapa rockero y metálico estaba en construcción y D-A-D era mi as en la manga.
Ahora todo es diferente, con tremendos altibajos, golpeados por el grunge y otras modernidades, tal y como pasó a otras grandes bandas de aquella época (por ejemplo a los también daneses White Lion) que acabaron desapareciendo o perdiendo el rumbo, D-A-D sobrevivió como buenamente pudo a base de intentos fallidos pero con la persistencia de tener sangre rockera.
Tras 30 años de trayectoria y después de 8 años desde “DIC.NII.LAN.DAFT.ERD.ARK”, D-A-D presenta “A Prayer for the Loud”, un muy buen disco de rock and roll, bluesero, seco, directo y envuelto en humo del mejor rubio americano.
El disco contiene temazos como el que da título al disco, donde Jesper Binzer (voz) víctima del frío danés y la zarzaparrilla del oeste americano, desgañitado, nos pone los pelos de punta al declarar su amor por el rock y todo lo que le rodea. O “Happy Days in Hell”, tema con regusto a sus inicios ochenteros con ese arpegio y punteo cargado de chorus en primer plano tan western y base rock escandinavo.
El hard rock más académico de los 90 que adoptaron desde “Helyourselfish” (1995), dejando de lado la magia y el vacile de sus inicios, ve su reflejo en el primario “Musical Chairs” o “Nothing Ever Changes”, una suerte de ACDC a la sueca con riffaco made in Jacob Binzer y ese coro típico de la época, al igual que en “The Sky is Made of Blues”, slide en mano, apartados de lo que antaño sería bañado por un teclado aportando arreglos amorosos, ahora es puro blues rock de salón. O el mejor tema del bloque más hard rockero y de lo mejor del disco, “No Doubt About It” que me suena a ACDC, Aerosmith, Kiss y hasta ZZTop y en directo puede ser increíble con esa carga de guitarrazos y un solazo impresionante.
El disco contiene algunos temas más modernos, pero lejos de la experimentación y más cercanos a “Everything Glows” (2000) o “Monster Philosphy” (2008) como “The Real Me” a caballo entre Nirvana y Guns’n’Roses, la sinsalsa “Time is a Train” o el buen single “Burning Star”, un neowestern donde se aprecia la mano de la base gamberra formada por Stig Pedersen (y su peculiar bajo) y Laust Sonne (batería).
Por supuesto no falta un medio tiempo (“If the World Just”) y una baladita acústica (“A Drug for the Heart”) , pero en ese campo tienen muy difícil superar los clásicos del pasado pero alabo la falta de arreglos en estos temas que intentan tocar la fibra desde la crudeza y para nada apestan a azúcar.
D-A-D se marcan un buen disco de retorno, muy completo, trallero y directo. Anuncian gira europea, incluyendo España, donde por supuesto comprobaré su forma sobre las tablas.
Ni con este disco, ni con ningún disco que saquen se situarán en la órbita de los monstruos del rock que he mencionado anteriormente pero siguen presentes en mi mapa rockero y metálico, todavía en construcción a base de entre otras fuentes, de esos recuerdos y sentimientos que se despertaron en casa de mi abuela.
Sello: Afm Records