“Mayéutica”, Robe busca que nos hagamos preguntas y encontremos la verdad
“Mayéutica”, Robe busca que nos hagamos preguntas y encontremos la verdad Mayéutica: “Método socrático con que el maestro, mediante preguntas, va haciendo que el discípulo descubra nociones que en él estaban latentes”. La búsqueda de la verdad, el Santo Grial de nuestros tiempos. Si hace siglos poseer oro era el quid de la cuestión de todo, ahora tener conocimiento de la verdad es lo que cotiza en bolsa. En un mundo cada vez más falso, dado a fake news, a dar más importancia al relato que al sentido del mismo, manejar la información y poder mediante ella llegar a conclusiones certeras es el nuevo Dorado.
Cuando uno crea una obra maestra supongo que le queda la duda de si se puede mejorar. Aquellos pasos que no se dieron, esas ideas que se quedaron en el tintero… algo así debió pensar Robe al acometer la realización de un álbum como “Mayéutica”. Tal y como lo explicaba en el libreto del disco, este álbum nació como continuación 10 años después de “La Ley Innata”. ¿Qué le pudo llevar a Robe hacer esto? Simplemente creemos que seguir un poco más hacia adelante de ese camino emprendido con uno de los mejores álbumes de la historia del rock de nuestro país.
La tarea no era fácil. Primero “La Ley” nace bajo el paraguas de Extremoduro y “Mayéutica” bajo la sombra de Robe en solitario. La solución ante tal dilema creemos que fue la acertada… tenía que ser una continuación, no una segunda parte abrupta que fuera diferente y a la vez fuera comparada con esa obra maestra. Robe acertó y lo consiguió. La continuación lineal de una obra maestra, da como resultado otra obra maestra… silogismo de encaje sencillo.
Pero demos voz a Robe para que no explique toda la idea tal y como fue concebida: “Este disco fue creado durante el año 2018, justamente diez años después de La Ley Innata. Mayéutica es una canción concebida como una sola obra que consta de cuatro movimientos. Comienza con un interludio, que enlaza con La Ley Innata, y acaba con una Coda sin final. La armamos y la grabamos durante el verano de 2019, ya con Woody Amores (Sínkope) integrado como guitarrista”.
Poco más que añadir. Robe señala que es una continuación, una canción divida en 4 movimientos y que nace enlazada con “La Ley Innata” (en adelante “la Ley”). Todo ello es un esfuerzo por llevar más allá ese camino emprendido en 2008. Una especie de epilogo en toda regla de algo fastusoso, un último cohete para celebrar lo grande que puede ser la música si cae en buenas manos. Robe ya lo anuncia en el libreto, hay un nuevo componente en la banda. En ese momento el artista extremeño ya se reunió con un puñado de artistas que se han ido consolidando llegando a crear una formación en toda regla. Una de serie de tipos que entienden al maestro solo con la mirada, y que han llegado a compenetrarse con él de manera absoluta.
Músicos que desde el primer álbum en solitario de Robe supieron aportar de manera magistral todo su saber a la música y letras de nuestro trovador preferido. No está mal recordar quienes acompañaron a Robe en este viaje: Álvaro Rodríguez Barroso en piano y hammond, David Lerman al bajo, Carlitos Pérez al violin, Lorenzo González a la voz, Alber Fuentes en la batería y coros, para finalizar con la guitarra eléctrica de Woody Amores. Entre los estudios Tresnueces y PKO se realizó el grueso de la grabación de este disco.
El álbum refleja un estado de ánimo más sombrío que en la “Ley”. El protagonista se lame las heridas del rechazo al que es sometido, y hacer girar autoreferencialmente todo lo que le va ocurriendo a lo largo de estos movimientos repartidos por la obra. El rapsoda fabula con una futuro no real, que no tiene a su alcance y se instala en él para vivirlo como si fuera cierto. Todo lo que le ocurre a nuestro protagonista no es real, tangible. Construye un mundo nuevo desde el dolor, para poder seguir curando esas heridas que nunca cierran, ya que él mismo no para de abrirlas.
Un álbum que repite patrones tanto a nivel conceptual como musical, para crear de nuevo una especie de ópera rock de manera grandilocuente. Decimos rock, porque este álbum con la inclusión a la guitarra de Woody Amores es más eléctrico. La presencia de las seis cuerdas de este músico hace de base de lo que nos encontramos a lo largo de todo el álbum. Es más áspero en su concepción que lo fue “La Ley”.
En este viaje maravilloso Robe nos hace una introducción a modo de “Interludio” que sirve de carta de presentación del disco. Aquí Robe repite de manera tímida algunos patrones ya escuchados en “Dulce Introducción Al Caos”, con una armonía similar para hacernos ver bien a las claras el puente de unión que ha construido para que los dos discos se unan y permanezcan relacionados de una manera casi gemelar desde el comienzo de sus vidas.
Con todas estas explicaciones llegamos al meollo de la cuestión. Los 4 movimientos se nos muestran como habitaciones de una misma casa que debemos transitar para comprender toda la obra que guarda como hilo conductor una misma canción en si. Llegamos a la primera puerta… “Primer movimiento: después de la catarsis”. Movimiento que nos lleva a tomar aliento y pensar en todo lo pasado en la “Ley” por nuestro desdichado personaje. La banda de Robe se nos muestra imperial llevándonos por los recovecos de una canción sublime, en donde el violin se muestra como principal protagonista de todo lo que acontece en ella.
Un guía maravilloso por el que poder transitar a ciegas por esta primera habitación que estamos visitando en esta casa llamada “Mayéutica”. La presencia del violín y las tonalidades rockeras son la base por la que deambulará como un fino equilibrista Robe para no perder su esencia y a la vez poder seguir monstrándonos nuevos caminos, a los que nunca quiere renunciar para no someterse a los tópicos que debe guardar una obra de rock.
9 minutos nada menos nos regala el “Rey” de Extremadura, con reminiscencias y recuerdos de sus primeras obras en solitario: “Destrozares, canciones para el final de los tiempos” o el maravilloso álbum “Lo que aletea en nuestras cabezas”. El single con el que se dio a conocer el álbum fue “Segundo movimiento: Mierda de Filosofía”. Un tema que resume la esencia del disco y nos pone a bailar como “putos locos”.
Robe refleja su amor y pasión por la música en un tema que te engancha del cuello para no soltarte hasta el final. El uso de la hammond en toda la canción nos agarra bien fuerte y nos hace sentir muy vivos. Suena mucho a Extremoduro, hay un recuerdo palmario del recuerdo de tiempos pasados de los que se intenta salir y contruir nuevos espacios para poder desarrollar el arte que se lleva dentro. Los dos segundos movimientos son el núcleo duro de la obra.
Robe se despoja totalmente de sus ataduras y se nos muestra tal y como es dejando atrás los aspectos más filosóficos de la obra. Nada de pensar en la verdad que debe ser, es la hora de la verdad absoluta la que te agarra y no te suelta, la que te canta las cuarenta y te deja echo una mierda.
Llegamos a la tercera puerta, un letrero pone “Tercer movimiento: un instante de luz”. Todo salta por los aires, el concepto básico de lo que es la obra se nos muestra aquí sin tapujos. Rock con mayúsculas desde un concepto progresivo que no le hace ascos a juntarse con otros estilos incluso más bailables. Parte álgida de la obra donde Robe nos demuestra por enésima vez que es uno de los músicos más grandes que ha dado este país, le pese a quien le pese.
“Cuarto movimiento: Yo no soy dueño de mis emociones”. Prosigue Robe en este carrusel de sentimientos cosidos a fuego en su obra. Hay tantos matices, aristas y pulsiones en esta música que resulta bastante complicado poder plasmarlo por escrito. Lo mejor es dejarse llevar, y que cada uno saque sus conclusiones. Robe llega al umbral de lo místico en esta parte del álbum, algo que ya tiene tintes de litúrgico para una congregación que espera su salvación de manos de este trovador infinito. La evocación de un sueño y hacerlo música nos transporta a otros mundos de los que aunque no pertenezcamos a ellos, siempre nos sentimos como en casa transitando por ellos. Álvaro Rodríguez y su hammond de nuevo nos acompaña por todo el movimiento en una motaña rusa llena de emociones.
Llegamos a la salida de la casa, en el arco pone “Coda feliz”. Y eso mismo es lo que nos ofrece Robe, un final inacabado, lleno de esperanza para que asiduamente volvamos a visitarle y volver a encontrar esa luz que hemos perdido momentaneamente. Los finales inacabados siempre son los mejores, podemos crearlos a nuestra imagen y semejanza y buscar el correcto para las necesidades del momento. Nunca dejes que escriban tu final, debes hacerlo tú, tú eres el dueño de tu vida. “Mayéutica” fue la prueba de fuego para Robe.
Ser capaz de finiquitar por fin su etapa en Extremoduro, ha hecho que pueda volar por lugares que antes no transitaba. Mucha gente le echa en cara que para hacer lo que hace en solitario, podía hacerlo en el seno de su antigua banda… pero de eso se trata, de poder decidir lo que uno quiere hacer en esta vida. Mucho de lo que escuchamos de Robe en solitario nos recuerda o suena a Extremoduro, pero a la vez suena todo a distinto, a ilusionante.
Todo fluye mejor cuando uno está feliz, y parece que Robe en solitario es ahora mismo el estado natural del genio extremeño. Un álbum que no debería ser comparado con “La Ley Innata”, `ya que sería muy injusto minusvalorar “Mayéutica” estableciendo una comparativa absurda. Para mí son parte de lo mismo, no son algo diferente. Una continuación de algo sublime, que llega a alcanzar los puntos de excelencia de la primera obra, porque sencillamente podemos considerarla un todo indisoluble. Por tanto el apéndice de una obra maestra lo es también.
Cuando hago una reseña de una obra de Rone/Extremoduro siempre suelo acabar igual. Debemos congraciarnos de haber sido, y seguir siendo, contemporáneos de una de las figuras más grandes de la música contemporánea de nuestro país. Vivir su obra en vida es una fiesta contínua para los sentidos. Robe es ese poeta pérdido en si mismo, que siempre sabe salir de su encondite para mostrarte a ti cuál es el camino que debes tomar. Su música, sus letras son siempre preguntas para que tú mismo te respondas la verdad. No encuentro mejor final que este para un álbum llamado “Mayéutica”.