“Mirror Ball”, la maravilla que juntó a Neil Young con Pearl Jam.
Una maravilla escondida. Digo esto porque al acercarte a la carátula de “Mirrorball”, nada te dice que estas ante un álbum grabado de tú a tú, entre Neil Young y Pearl Jam. Nada de alaracas, tienes que ser tú mismo el que se esfuerce en llegar a la tierra prometida y escudriñar los títulos de crédito para ver que estos dos gigantes del rock se dan la mano para crear un álbum soberbio.
Aunque es una álbum creado mano a mano por ambas partes, oficialmente es un álbum de Young, pasando los Pearl Jam a un segundo plano, ejerciendo por así decirlo de una banda de acompañamiento que dice algunas cosas en el álbum, pero insistimos siempre bajo la batuta del maestro.
Las sesiones de grabación fueron realizadas entre enero y febrero de 1995 en los Bad Animals Studio de Seattle, bajo las órdenes de Brendan O’Brien. Productor que ya había comandado la nave de Pearl Jam, en los álbumes “Vs.” y “Vitalogy”.
El enfoque del disco según Young, era grabarlo como si fuera un directo en el propio estudio. Young fue el cerebro de todos los temas que se grabaron, componiéndolos en tan solo 4 días; algo sencillamente increíble, solo en manos de genios como el canadiense.
El álbum significó un reto para ambas partes. Por un lado Neil Young se lanzó a la piscina para grabar un álbum, con una banda desconocida para él y casi sin previo ensayo, toda una prueba para un músico de su tamaño. Para los Pearl Jam la prueba fue más dura, tenían que adaptarse a las exigencias del canadiense, dejando egos al lado y poniendo su impronta siempre con el consentimiento de Young. El propio Eddie Veeder fue uno de los miembros de la banda que más sufrió la presión, y estuvo poco presente en la grabación del álbum, poniendo solo su voz en el tema “Peace And Love”. Incluso tanto llegó a la mente del cantante de Pearl Jam esta situación, que lo refirió en el tema “Lukin”, del álbum “No Code”.
En lo que respecta al álbum en si, es una obra que no entra a la primera. La sensación que tienes al escucharlo por primera vez, es que todo está algo desordenado y que tras una maraña de riffs hay poca cosa más. Tras varias escuchas empiezas a coger el sentido del álbum, su mensaje, y su contundente contexto rockero. Todo aderezado con unos textos marcados por una profunda reflexión político-social, tocando todo tipo de temas controvertidos, sin abandonar situaciones existenciales a las que todos nos enfrentamos.
Al final quedan las canciones, y temazos como “Downtown”, “Act Of Love” o “I’m The Ocean”, perdurarán en el imaginario de todo buen rockero.
La crítica fue bastante unánime la reconocer la valentía de ambas bandas en emprender este viaje hacia los confines de su sinceridad ante la música.
Por último reseñar que se embarcaron en una gira para la presentación del disco en Europa, 11 conciertos en total, siendo Eddie Vedder el gran ausente de la cita.
Un gran disco, difícil de entender al principio pero que con el paso del tiempo adquiere una gran fuerza y significado, volviéndose imprescindible.