El último baile de Michael Jordan
Escribir sobre la figura de Michael Jordan no es fácil. Su figura representa la de uno de los deportistas más grandes de todos los tiempos, héroe de generaciones que se apuntaron al carro del deporte, en especial del baloncesto, en definitiva, uno de los referentes más mediáticos de la historia reciente de nuestro planeta.
La productora ESPN y Netflix le hacen a él y al mítico equipo de los Chicago Bulls de los años 90, un merecidísimo homenaje en una mini serie de una gran calidad, llamada “The Last Dance”. Hay que quitarse el sombrero ante el trabajo de documentación, investigación etc… que realiza el director del documental Jason Hehir. El creador de esta historia muestra todo lo que ocurrió en esos maravillosos años, alrededor de los Bulls y de su mito Michael Jordan. No se deja casi nada en el tintero, reluce lo brillante, y los trapos sucios que acompañaron a esa epopeya deportiva increíble.
A modo de narración frenética a ratos, y pausada en otros, podemos volver a revivir las movidas de los Bulls con los Detroit Pistons, los problemas de Jordan con la directiva, entrenadores, y vicisitudes de su vida privada. Todo un legado en imágenes, que perdurará en la retina, no solo de un buen aficionado al basket, sino para cualquier amante de las historias fuera de lo común.
Jordan reflexiona en primera persona todos sus avatares personales y deportivos. Ensalza la capacidad que tuvo ese equipo para conseguir la proeza de ganar 6 anillos de la NBA, y así convertirse en la formación a nivel deportivo más grande de la historia. Habla sin rencor de sus enemigos, pero a la vez los mira con orgullo. Un hombre con una personalidad arrolladora y confianza en sí mismo, a prueba de bomba.
La serie no solo se detiene en su figura. Phil Jackson, entrenador y mentor de Jordan, junto Scottie Pippen y Dennis Rodman, se erigen en tres protagonistas más de esta leyenda histórica del deporte. Son como D’ Artagnany los tres mosqueteros, aun con sus diferencias, son todo para uno y uno para todos.
Destaca también la figura de Jerry Krause, el director deportivo de los Chicago Bulls. Un tiburón de los negocios, que también supo llevar al equipo a lo más alto, pero que a la vez lo despreció antes de tiempo. La relación amor/odio con Jordan es terrible. Jordan tuvo graves enfrentamientos con él, al sentir que los había despreciado, que ya no confiaba en ese equipo. El mito le quitó la razón, haciendo campeón de nuevo a un equipo que para muchos ya estaba desahuciado.
Se describe fielmente el descenso a los infiernos de Jordan, debido a la muerte de su padre. Su progenitor, lo era todo para él. Su marcha sumió al astro en una depresión, que le hizo abandonar el basket, centrarse en el béisbol, para luego volver y resurgir cual “Ave Fénix”. La serie tampoco esconde las adicciones del mítico número 23. El juego llevó por la calle de la amargura al ídolo de masas. Aunque nadie lo creyera era un hombre con debilidades como cualquiera.
Jordan se convirtió por primera vez en la historia un ícono pop afroamericano. Nadie antes había conseguido esto. Es cierto que Michael Jackson en parte lo consiguió, pero la comunidad afro renegó de él. Jordan significó el sueño americano hecho realidad, la liberación de un pueblo estaba tras él. No se metió en cuestiones políticas, su manera de hacer visible a los suyos fue convirtiéndose en una leyenda.
A los que vivimos de jóvenes esa época, esta mini serie documental es una borrachera de nostalgia sin límites. Ver los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, el Dream Team, las finales de la NBA entre Chicago y Utah Jazz, es simplemente algo maravilloso.
Una serie altamente recomendable para todo el mundo en general. Ver esta historia es algo que hay que hacer aunque sea una vez en la vida. Michael Jordan fue único y punto.