Héroes Del Silencio: rock, silencios y nostalgia

Nostalgia, una gran nostalgia. Esa es la primera y gran impresión que me ha dejado el visionado el documental “Héroes: Silencio y Rock n’roll” estrenado este fin de semana en la plataforma Netflix. Un viaje a lasdécadas de los 80 y 90 que no dejará indiferente a nadie, sobre todo a los que las vivieron en la plenitud de su juventud. 

Un servidor es uno de ellos. Un jovenzuelo que a principios de la década de los 90, buscaba su sitio en el mundo, y para ello necesitaba referentes, “héroes” en los que fijarse para poder empezar la dura batalla de la vida. Una de las “sendas” que seguí, fue la de un cuarteto llegado desde Zaragoza que puso patas arriba la bisoña industria musical española. 

Héroes Del Silencio representaron para muchos, el triunfo desde la periferia, desde las provincias. Rompieron la idea peregrina, de que si no estabas en Madrid, no significabas nada, simplemente no existías. Ellos traspasaron barreras, no solo a nivel nacional, sino internacional. Nuestro país se les quedó pequeño en seguida, fueron embajadores de nuestro rock, como nunca antes fue nadie, a excepción de Barón Rojo. Una banda querida y odiada, a partes iguales, que eso sí, no pasaba desapercibida; lo mejor que te puede pasar en este negocio.

En el plano musical, con un comienzo titubeante, con el álbum “El Mar No Cesa”, (siendo un gran disco), consiguieron de la mano del productor británico Phil Manzanera, acuñar un estilo, una visión del rock nunca antes vista en nuestro país. “Senderos De Traición” se convirtió en el Santo Grial de los maños, su carta real de presentación. Mostraron al mundo de lo que eran capaces, callando la boca de sus detractores que veían en ellos, una banda prefabricada, y flor de un día. A partir de ahí, la furia, la velocidad, el riesgo, la banda entra en una montaña rusa, que los lleva a lo más alto de las listas, y a ser número 1 en media Europa, sobre todo en Alemania donde los idolatran, y se convierten en un mito viviente del rock nacional y europeo. 

“El Espíritu Del Vino” les hace aún más grandes. Aquí ya se comienza a vislumbrar una mayor mezcla de estilos, incluso uniendo su música con planos musicales orientales. La gira ya es mastodóntica, ya son muy grandes. El comienzo del fin. Muchos conciertos, demasiados. “Avalancha “es su epitafio, su final, un álbum duro, áspero, en donde la mano de Bunbury, se nota cada vez más. Su figura crece exponencialmente, en detrimento del grupo. Es cuestión de tiempo que la banda se separe, egos, malos entendidos, o simplemente agotamiento. El cometa termina por fundirse con la atmósfera. Demasiada velocidad, demasiada energía. 

Pasan 10 años y en 2007 anuncian una gira de regreso, para celebrar los 20 años de vida de la formación. Es hora de cerrar heridas, de mirarse a los ojos y romper el silencio. Todos cruzamos los dedos para que entren de nuevo en el estudio. No pasa. Solo nos regalan un directo de esta histórica gira, con un final apoteósico en el circuito de Cheste (Valencia), ante casi 100.000 personas. Fundido en negro. Fin. 

A grandes rasgos esto es lo que te vas a encontrar en el documental dirigido por Alexis Morante. Con pelos y señales relata los comienzos de la banda. Su amistad con su manager “Pito”, la trágica pérdida de su road manager y las vicisitudes que pasó la banda para llegar a lo más alto. Tuvieron que enfrentarse con una crítica musical, sobre todo madrileña, que abominaba de ellos, eran una rareza, no sabían con clasificarlos. Aún así pasaron por encima de todo ello. 

Como punto fuerte del documental, creo que es el merecido reconocimiento a la figura de Juan Valdivia. Él era el sonido de la banda, Bunbury era el alma. Pasó desapercibido en esa época, la sombra de Enrique Bunbury era muy alargada. La mala suerte se cebó con él, sus manos empezaron a fallarle, para un guitarrista lo peor que podía pasarle. 

El ritmo del documental es algo acelerado, a trompicones. Echo en falta que se hable de cómo componían, cómo creaban. También creo que se debería haber tratado más en el plano personal, como pasaron esos diez años para todos los componentes, hasta su reunión en 2007. Tampoco quiere hacer sangre de la separación. De todas formas no hay que ser un genio para saberlo, Bunbury ya se sentía muy grande; el tiempo le ha dado la razón. Las cosas se parten, se rompen. Los silencios en las giras, esos viajes en autobús sin mirarse casi a la cara. Habitaciones separadas. No querer ya arreglar lo roto. 

Personalmente me gustó mucho más el documental que dirigió Alexis Morante dedicado a la figura de Bunbury, y sus peripecias en la gira en solitario por EEUU. También es cierto, que hacer un documental y que te pueda caber todo el universo Héroes, no es fácil. Demasiado grandes para caber en hora y media. 

Termino estas letras con la misma nostalgia, y con un agradecimiento. Les doy las gracias a Héroes Del Silencio por haber sido mis compañeros de viaje en muchas etapas de vida. Por estar ahí cuando necesitaba un escondrijo donde refugiarme, por aconsejarme sin ellos saberlo, a querer ser curioso, vital y no conformista. 

Gracias infinitas a Juan, Enrique, Joaquín y Pedro. Gracias.

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