Th’Booty Hunters nos presentan “Speaking Of The Devil”

Foto Desi Estevez

Podríamos seguir hablando de garrulograss. De hecho probablemente nunca encontremos una definición que encaje mejor con la música de Th’Booty Hunters, tan cercana al country como al metal, al punk o al rock de los setentas. Aunque también podríamos avanzar. Como ellos se encargan de hacer en cada uno de sus discos. Manteniendo sus señas de identidad, pero aportando a su música aquellas dosis necesarias de condimentos que la conviertan en algo mejor. Y las canciones de Speaking of the Devil no son una excepción. Es arrancar el bluegrass con aromas irlandeses de “Last drink of the dead man” (excepcional título) y pensar que vuelve a ser lo de siempre pero como nunca.  Como si las piezas de su canciones fueran encajando disco a disco en busca del santo grial del sonido Booty Hunter.

“Speaking of the Devil” (Stash Records) es tan sucia y oscura como esperamos de ellos y “20 Dollar Job”, con la inestimable voz de la siempre impecable Miriam Swanson, muestra su faceta más ¿dulce?  ¿He dicho yo eso? ¿Sobre un disco de Th’Booty Hunters? No se me asusten. Lo que suena es country 70s de alta calidad. Con “In a Holler” regresa la violencia en una letra cáustica sobre una producción que parece salida de las tomas descartadas de las American Recordings de Johnny Cash. “The Ship that Never Sails” es tan épica como “Black’n’Decker” canalla, mientras “Keep on Dope”, con ínfulas de himno, amenaza con convertirse en un auténtico momento estrella de sus conciertos. Y es que la canción resume a la perfección ese sonido tan propio de los de Viladecans. En “Rotten Shamp” se ponen profundos para una melodía que parece ideal para ser cantada el día del funeral de Tony Joe White. “From Silvery Haze” se inicia experimental, para acabar embriagando desde su desnudez, y “Sickness of Pain” es intensa, profunda, atmosférica…Ella abre nuevos caminos a la banda y esta se agarra a lo que la canción les ofrece. Cerrar con la pura tradición de “Agonic Blues” es casi obligado, aunque la rotundidad instrumental nos lleve otra vez de viaje a los 70. Una década que la banda ama como se encarga de demostrar en todos sus trabajos. Y se hace el silencio. Los instrumentos se dejan ir. Los dedos se levantan de los mástiles de las guitarras. Y necesitas parar. Detenerte y recapacitar. Es lo que tienen los grandes discos. Transmiten. Algo diferente a cada uno, pero transmiten. Y Speaking of the Devil parece tener, en todo momento, lo que necesitamos cada uno de nosotros en cualquier situación. Así que el diablo ya puede dejarse de chácharas y encargarse de velar por las almas de estos cinco cafres. No sea que les vaya a dar por abandonar el infierno.

Eduardo Izquierdo

 

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