Crítica: “The Ghost Of Orion” – My Dying Bride

My Dying Bride ha estado siempre en las buenas pero sobretodo en las malas. Desde su debut pionero “As the Flowers Withers”(1992), donde nacía un nuevo subgenero que combinaba brutalidad y pesadez con lo siniestro y macabro, al que añadieron el secreto de la erótica además del famoso violín. Disco que recordabas cada vez que mirabas a la chica de negro. Pasando por el disco referencia del nuevo death/doom “Turn Loose the Swans” (1993), asfixiante, agónico y oscuro, donde la combinación de voz limpia y sucia nos dejaba flipados. Ese disco al que recurrias en momentos de desesperación como alma en pena. O “The Angel and the Dark River” (1995) que contenía himnos construidos con bilis negra sobre los que llorar en soledad. O “Like Gods of the Sun” (1996), el que escuchabas en cada pérdida…

 Así hasta su decimotercer trabajo “Feel the Misery” (2015), siempre presentes, como apoyo o potenciador y sobretodo como disfrute de los sentimientos más oscuros a través de su compleja belleza sonora. 25 años de trabajo unidos a la venerable Peaceville Records, discográfica con la que me surge un paralelismo con el que exponer el origen de este “Ghost of Orion”. Orión (Peaceville), esa constelacion gobernada por un sólido cinturón que en las noches claras de los 90 era fácilmente localizable por tres de sus mayores estrellas,  Alnilam (Paradise Lost), la más brillante de las tres pero variable e irregular. Mintaka (Anathema), múltiple y compleja, y Alnitak (My Dying Bride), la más caliente y a la vez más tenue. Las dos primeras ya tuvieron su supernova y siguen brillando en el firmamento, ahora es el turno de Alnitak, dejando la constelación definitivamente sin cinturón, pero manteniendo el brillo gracias a Betelgeuse (Darkthrone) y sobretodo Rigel (Katatonia).


5 años después de la explosión, y con Calvin Robertshaw fuera de la banda de nuevo, My Dying Bride celebra su 30 aniversario. 30 años, con altibajos como es normal, pero siempre presentando obras de calidad, con piezas que se graban en nuestra memoria. Su último trabajo no va a ser una excepción, pero bueno, os lo escribe uno que disfrutó del postmetal de “34.788%…complete” (1998) o del sinfónico “Evinta” (2011). 


“Ghost of Orion”, publicado por la todopoderosa Nuclear Blast y grabado en un estudio nuevo, con ingeniero/productor nuevo y en el que se estrenan guitarrista y batería, ha necesitado del valor y responsabilidad de Andrew Craigham para su composición, con la ligera aportación del mermado Aaron Stainthorpe. De duración más corta de lo habitual, lo componen 8 cortes donde por primera vez contiene varios por debajo de los 4 minutos. De entrada lo ubico entre “For Lies I Sire” (2009) y  “A Map of All Our Failures” (2012), no por su riqueza sonora, donde tardaría en enumerar lo que no contiene en relación a estos trabajos, pero si en su cariz con tono renegado entre lo terrenal y lo divino, además de la fase de incertidumbre en el seno de la banda donde se estrenaba Lena Abe al bajo, volvían a tener violinista real a pesar de idas y venidas sumado al sempiterno dilema en la batería.


Abre la adelantada “Your Broken Shore”, tema que me dejó descolocado hace unos meses, muestra un Aaron bajo de facultades, carencia que se intenta ocultar en la voz doblada en casi todo el álbum, además de un efecto que potencia la artificialidad en una voz carente de grave. Una pena, al igual que el riff principal (un aplauso a la imaginación de aquellos que dicen que se parece al de “The Cry of Mankind”),  más propio de la factoría Machintosh en una suerte de Doom melódico. A pesar de esto, el tema es más que válido, contiene buena teatralización de la voz sucia con tono de reproche, buen trabajo de la base rítmica y excelente canalización de emociones desde los arcos, la melancolía del violín de Shaun Macgowan y la profunda tristeza del cello de Jo Quail. 

 “To Outlive the Gods” sigue el camino del  Doom melódico y no acaba de conseguir cuajar el sentimiento decadente al añadir un punto tradicional (me niego a decir Folk) en las notas de violín y guitarra juglar. Aaron sigue en su tono antinatural que en el estribillo parece Papa Emeritus. Salvan el tema la pegada de Jeff Singer (Ex-Paradise Lost) y momentos potentes de balenceo de guitarras.

“Tired of Tears” confirma la tendencia iniciada en “Feel the Misery” (2015) con “And Then My Father Left Forever”, temazo espectacular siempre que consigas evadirte de la letra autocompasiva impropia de My Dying Bride. Vaya por delante mi máximo respeto y empatía como padre, pero considero un error “Tired of Tears” y todo lo que la rodea. No creo que My Dying Bride deba inspirarse en experiencias reales para tocar la patata, o al menos plasmarlas tan explícitamente, disfruto muchísimo más interpretando cualquiera de sus misteriosas letras. Musicalmente es un buen tema, Doom melancólico, con buenos contratempos donde vuelve a destacar la pegada de Jeff, la increíble atmósfera que generan las guitarras por arriba además del riff Sabbath del puente y la tristeza absoluta que emana de los arcos.


Casi 25 minutos después, empieza un buen disco de My Dying Bride con la insólita “The Solace”. Precioso canto ancestral a la oscuridad donde la personalísima Lindy Fay Hella (Wardruna) se ve a solas con Andrew Craigham en un ceremonial pagano que encuentra refugio en el profundo dolor. Acostumbrados a los temas con teclado, violín y voz, este atrevido de “The Solace” aparta a Aaron de escena pero es equiparable en belleza a himnos como “Black God” por ejemplo.

Otro que me quedo para siempre es “The Long Black Land”, donde un fade in íntimo de cello y guitarra es atacado por sorpresa por el plomo del Doom, que solo afea la voz doblada, donde el golpeo de Jeff ya alcanza el nivel de John Bennett en “A Line of Deathless Kings” (2006). El propio Jeff y los magistrales riffs de Andrew resucitan varias veces este temazo en el que también la voz gutural, violín, teclado y hasta Lena aportan en este viaje a la perdición total. “The Old Earth” es el otro temón del disco, más pesado si cabe, más puro y teatralizado. Con Andrew dando el 100% protagonizando el riff del disco y deleitando con ese armónico marca de la casa.

Contratempos brillantes, lucimiento de arcos y coro con aire eclesiástico para volver a despreciar la vida de rodillas. “Dios solo trae sufrimiento”.”The Ghost of Orion” es el breve interludio que separa estos dos temazos. Una nebulosa de susurros y guitarra limpia que aporta una atmósfera cósmico-divina y que hubiese sido una buena intro para el disco.Cierra “Your Woven Shore”, un bonito requiem a modo de outro o una bonita intro de “Your Broken Shore” si tienes activado el autorepeat. 


“The Ghost of Orion”, esperadísimo trabajo de una de las bandas más influyentes del Doom, que tras 5 años regresa a medio gas y alcanza el mínimo exigible en su estreno de discográfica, de sonido y de etapa.Y a pesar de todo, ahora me toca a mi estar en las malas, seguiré besando sus lágrimas.


Sello: Nuclear Blast

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